Sentada en el porche me escucho los pensamientos.
No hay animales en la espiral de mi cráneo.
Entonces la veo. Una concha de caracol.
Está sola en medio del suelo y destaca demasiado.
La aplasto con desgana para descubrir instantes
después que está hueca.
Me llaman para comer.
Antes de irme dedico una última mirada a los
triángulos blancos. Y veo en ellos cada hijo
que decido no tener.
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